Trabajo en la redacción de una revista semanal de actualidad, una oficina donde la gente corre apurada de un lugar a otro y casi no hay tiempo para socializar, sobre todo cuando llegan los días previos al cierre. Sin embargo, siempre hay tiempo para observar mujeres bellas, y algunas en mi oficina verdaderamente lo son, especialmente dos chicas de la sección Modas, que suman a su belleza el encanto del buen gusto en el vestir y en la presentación personal. Muchas tardes he visto que las pasan a recoger tipos apuestos en autos caros, jóvenes rubios hijos de diplomáticos que viven en los gimnasios o señores mayores de patillas apenas canosas.
Si, no temo admitirlo, la envidia me corroe. Nunca tendré un auto de esos, ni una chica de esas, tal vez ni un Armani de esos. Creo que lo que sí tendré, serán esas canas.
Sin embargo, algo ocurrió hace unos meses. Algo que me hizo cuestionar muchas cosas, temas éticos que tenía claros, aparición de zonas oscuras en mi comportamiento que no sabía que tenía.
Mi amigo Guillermo vive en Estados Unidos, pero cuando viene por cualquier motivo, siempre me busca y me entrega un presente. Es mi amigo, el mejor, tal vez porque vive lejos. Bueno, pero lo que quiero contarles es que hace unos meses llegó con una sorpresa, me confesó que no sabía qué regalarme y me trajo algo que para mi era desconocido: una loción de feromonas en spray. Estuvo en Buenos Aires una semana, pero por motivos de trabajo solo nos vimos unos minutos, que bastaron para reforzar nuestra amistad. Sobre la loción, solo me dijo esto: -
Usala y después me contás.
Me gustan las cosas misteriosas, así que al día siguiente, antes de entrar a la oficina, me la apliqué en las muñecas y a ambos lados del cuello, como se leía en las instrucciones. El aroma era agradable, realmente.
Soy crítico de espectáculos, por lo cual salgo frecuentemente a ver obras teatrales, películas, premiaciones por actividades artísticas y todo tipo de actividad similar, incluso hasta shows infantiles. Leo, investigo y escribo bastante y el día en que me apliqué la loción casi no había quitado la vista del monitor en todo el día. Estaba escribiendo un artículo sobre el Drácula que se estrenaba en un teatro del centro, de modo que cuando me tocaron el hombro, dí un salto que casi me caigo de la silla. Se cayeron algunos papeles. Era Elisa, una de las chicas de Modas, la más linda, la de piernas de ensueño. -
Ho-hola, Elisa- le dije, colorado como un tomate pintado de rojo. -
Hola, José - su voz... ah, que voz-
disculpá si te asusté, estabas muy concentrado, no?-
-No te preocupes- le dije, mientras me agachaba a recoger mis papeles. Ella se inclinó también, para colaborar. Nuestros rostros estaban muy cerca.
-Quisiera pedirte un favor, me comentaron que podés conseguir boletos para alguna obra de teatro... y bueno, mi novio y yo quisiéramos ir mañana al estreno de Drácula, pero ya no hay localidades... no sé si vos... si estuviera a tu alcance...
-Claro, Elisa, no te preocupes, mirá, yo tengo que ir también y tengo 3 entradas, pero las personas que iban a ir conmigo no pueden así que... si, acá están, dos para vos y esta para mí. Son de la cuarta fila, al centro, te aseguro que desde allí se ve todo estupendamente.
- José, sos un amor, gracias. - me dijo, y dándome un beso en la mejilla se fue.
Mi hermana y mi mamá tendrán que ir otro día, me dije.
Más tarde, nuestras miradas se volvieron a encontrar de casualidad, Elisa me miraba a través de la puerta entreabierta de la oficina de Modas.
La noche siguiente llegué temprano al teatro, pero tuve que esperar en el hall, como en todos los estrenos, para ver qué famoso asistía. Yo sabía que Elisa iba a ir con su novio, así que me había puesto mi mejor traje y corbata, hasta me afeité e hice lustrar los zapatos. No quería parecer un pordiosero al lado de su acompañante. De pronto llegó Elisa, radiante, en un vestido rojo ajustado y sobriamente escotado, con el cabello rubio recogido. Estaba sola y hermosa, mirando alrededor como buscando a alguien. Bueno, pensé, el tipo debe de estar estacionando el auto en el subsuelo. Todas las miradas masculinas se dirigieron hacia ella. Las espaldas se enderezaron, algunos se acomodaron las corbatas o se retocaron el peinado. Pero apenas Elisa me vió se dirigió hacia mí, con ese paso seguro de las que se saben reinas. Nos saludamos con un beso en la mejilla y noté de inmediato imperceptibles muecas de resignación en algunas caras que antes eran de pura lascivia.
-
Hola, José, que bien se te ve hoy. -
- Gracias.- le respondí
- Y vos estás muy bella. - No sé cómo pude decirle eso, si apenas podía hablar.
-
¿Entramos? - me dijo, extendiendo su mano como para entrar tomada de mi brazo.-
Pero, ¿no esperás a alguien? - No,- me aseguró
- mi acompañante (¿Cómo? ¿No era su novio?)
no pudo venir. Las rodillas se me aflojaron un poco, y sentí algo como un súbito escalofrío sumado a un ataque cardíaco incipiente pero me repuse en un segundo y le ofrecí mi brazo. Jamás me había sentido tan bien. Las miradas de quienes estaban en el hall del teatro estaban sobre nosotros, el acomodador fue mucho más amable que otras veces, en que incluso hasta me había pedido un cigarrillo. Elisa tomaba mi brazo, pero gentilmente, como por compromiso, porque por supuesto no me necesitaba como apoyo, para nada. Ella dominaba sus tacones y los escalones del piso inclinado del teatro. En ese momento yo era George Clooney, Antonio Banderas, Brad Pitt y Orlando Bloom, todos en uno. Nos sentamos en nuestras ubicaciones y disfrutamos de la obra. Yo me olvidé que estaba en misión de trabajo. Solo existía Elisa, su aroma y su mano que a veces tomaba mi brazo levemente si requería mi atención para comentarme algo. Varias veces rocé su piel, tal vez a veces a propósito. Cuando terminó la obra, ya teníamos planes para cenar juntos. La llevé a un buen restaurante que conocía y hablamos de todo. Llegó la hora del café y junté valor (allí fuí Brad Pitt)
-
Vamos a tomarlo a un lugar que conozco,- le dije-
perdón... ¿podés, no? digo, como ya es tarde...-
Hizo la seña de silencio de las enfermeras, pero con un índice con la uña pintada de rojo.
- Nunca es tarde cuando la compañía es agradable - ¡Guau! Yo era un ganador. (Cambié de inmediato a Antonio Banderas). Salimos y no tomamos taxi, el café de luz tenue y música suave donde la llevaba estaba a la vuelta. Íbamos del brazo, pero de pronto se soltó y me tomó la mano.-
Es mejor así - dijo.
Esa noche hicimos el amor. Fuimos cada uno para el otro Salma, Antonio, George, Penélope, Angelina, Brad, Catherine, de a uno o todos a la vez.
Cómo siguió la relación lo contaré otro día, el hecho que quiero exponer hoy es que nunca supe si la conquisté por haber usado la loción de feromonas, o por la seguridad que me daba el creer que al usarla yo sería irresistible.
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Los seres vivos segregan feromonas. Es una substancia que transmite un mensaje generalmente de atracción sexual, con fines reproductivos. Hay mariposas, por ejemplo, que detectan a un ejemplar del sexo opuesto a 20 km de distancia.
La ciencia ha logrado sintetizar las feromonas, las ha embotellado y puesto a disposición de quienes necesitan un poco de ayuda para relacionarse. En algunos países su uso es ilegal. Felizmente en ninguno de Latinoamérica. Y son económicas, las puedes adquirir por Internet.
Como preguntaría Bill Gates, ¿Quién quieres ser hoy?